martes, 28 de diciembre de 2010

Flor de loto

Era como un brote sereno, con una voz afilada y una mirada intensa. No existía para mí imagen más inmaculada que observar su concentración al escribir canciones y la profundidad en sus gestos al interpretarlas. Era una flor de loto entre empedrados, con ideas infinitas y sentencias inagotables.
Aún lo recuerdo sentado entre la hierba, tocando su guitarra y con los ojos perdidos, improvisando armonías y letras mientras el rayo del sol tendía en su rostro. Siempre acompañado de un carácter retraído, sólo acarreando unas pocas palabras, quién sabría si las necesarias. Como si su naturaleza fuera contagiosa, enseguida mi orgullo fue cohibido y aspiraba sólo a presenciar el momento.
- Cuando escribís, ¿qué te imaginas? – pregunté, sin la confianza ser muy holgada hasta el momento.
- Son sensaciones que… te vienen a la cabeza y necesitan ser dichas –  me dijo, haciendo pausas.
Fue como si mi firmeza y rigidez se hayan esfumado en la misma paz. Muy de vez en cuando su mirada se dirigía a mí; yo era un simple condimento de su instante, un adorno de su coyuntura. Notable era la forma en que su ingenio revoloteaba en la misma órbita, trotaba siempre en la misma parábola. Sus letras eran frases muchas veces ilógicas, embrolladas, pero así y todo, decían mucho. Me era inevitable germinar una pequeña sonrisa al escucharlo cantar, con su voz estridente y vaga. Observar su estado de sosiego y quietud permanente, que de forma simple o compleja tenía algo para anunciar.
Una luz, un destello, un centelleo que claramente no estaba en sus propósitos pertenecer al sistema, a la estructura, a la orientación, a los planes. Una claridad, una paz de la que estaba enamorada.    

martes, 21 de diciembre de 2010

Sin fin I

“¿Estás desocupado? ¿Podes venir ahora? Por favor…” Mensajes que gritaban en su celular, cada noche en la que me sentía vana y desierta. Aún con el maquillaje del espectáculo precedente y el brazo cansado de firmar autógrafos. La fortuna de mi rostro era desmedida, y mi sonrisa podía inducir a quién pasase delante mío. Mi carácter popular era desmesurado, sin embargo al abrir la puerta de mi apartamento, el brillo en mis facciones se borraba por completo. Habían pasado ya cinco años de no dejar de necesitarlo, mas nunca quise reconocerlo ni mucho menos revelárselo. Siempre estuve convencida de que en el fondo mis actitudes eran traslúcidas, que sólo él las podía pronosticar y ni hablar si estaba avezado de lo que realmente me pasaba. Si era mi ingratitud, codicia o egocentrismo, no sabría detallarlo. Nunca me había animado a quererlo en público, por más que en mi interior lo amaba más a que a nada en el mundo. Mi orgullo era tal, que mi vida giraba en torno a personas adineradas, un apartamento caro, muchas horas de trabajo y espectadores adolescentes aplaudiendo escena por escena. Dieciocho años, un novio perfecto y un auto envidiable. Era todo tan superficial, que ni mi propia naturaleza descifraba mi idiosincrasia.
“¿Dónde estás? Quiero verte” escribían mis dedos por inercia. Él siempre decía que yo era una especie de antitesis, y que mis contrariedades siempre lo habían lastimado. Aunque ello si podía admitírselo, me era inevitable seguir comportándome como lo hacía hace años, de manera precoz y adelantada, como si no tuviera ganas de analizar las consecuencias.
- Hace cinco años que me haces esto. ¿Cuándo me vas a dejar de desorientar? Sos grande, ya pasaron demasiadas cosas como para seguir así… ¿No te hace mal a vos, no? – Era lo primero que él pronunciaba cada vez que lo veía y que yo respondía sólo con abrazos. Como si fuéramos grandes amigos de secundaria, nos sentábamos en la cama y, mientras comíamos lo que le había hecho para cenar, mirábamos alguna película. Las conversaciones siempre terminaban en viejos recuerdos y promesas distantes, y por más que nos dañaba un poco el pensamiento venidero, nos encantaba hacerlo. Reírnos aún de las mismas menudencias, sentir el mismo hormigueo con sólo darle la mano. Era tan patético, tan inocente, tan puro (...) 

viernes, 17 de diciembre de 2010

Orgullo y debilidad, mirándose con hambre

Cuesta tanto desaferrarse de la tierra corpórea... Es tan triste que no pueda desprenderme del tan cutáneo pensamiento, estorbando el pudor y la poca inocencia que aún queda en mí. Es triste que mi soberbia no me permita amarte, ínfulas que van disolviendo mi holgura entre las fatuidades. Un orgullo que se sentiría humillado al gritarte que te ama, te llora y te necesita. Una cobardía dramática, que contusiona mi franqueza. Un universo materialista que te denigra y un espíritu que muere deshonrándote. Y finalmente mi ser, amándote.    

martes, 14 de diciembre de 2010

Amor liado

12-12-2010


No es por menospreciarte, no. No busco desairar tus palabras, que aún hoy tienen gravedad para mis designios. Pero es que me es tan difícil explicarte que no pertenezco a tus fantasías exactas. Te amo de la misma forma en que me amas a mí, de manera inocente e inocua. Un amor absuelto y exculpado. No es por subestimarte, si hoy tus pensamientos tienen prestigio y magnitud en lo más esencial de mi ser. No procuro relegarte, es que no puedo agraciar tus propósitos. No sirvo para dispensar tu destino, no quiero desfigurar tu rumbo, tu camino. Entiendo de qué hablas, lo he experimentado. Es que… nadie nunca pudo darme la holgura de residir en tus destrezas, tus habilidades de representar lo inimaginable, tu aptitud para personificar utopías. Eras un intérprete de los más surrealistas espejismos, lo que hasta hoy me encarcela en tu genio, tu estilo. Aún te pienso, y me divierto proyectando tus reacciones, figurando tus expresiones. Yo también te amo, mi amor. Como nunca nadie te amó, por lo menos en esta vida. Pero dejame repetirte, que no podrías con mi carácter versátil y mi espíritu inseguro. Mis aturdimientos te fastidiarían, mis revueltas te harían impaciente. Estaríamos siempre fértiles de deseo y prósperos de lujuria, pero lastimados de incoherencia. Rasguñados de las contradicciones, casi al borde de la locura. ¡Es que te amo tanto tanto! Pero no quiero someterte a mi alma dispersa y absurda, a mi memoria discordante.  Perdón, mi amor.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Soledad

Una vez más, la luz del sol estimulaba mi desvelo como pidiéndome a gritos que me despertase. Hacía varios días que la tempestad se había apoderado de la atmósfera, pero hoy claramente nacía un día dispar. Fue una excusa razonable para escapar de la angustia que hacía mucho tiempo venía apropiándose de mi entereza, arrebatándome el poder de decisión y haciendo florecer la incertidumbre que dormía en mi espíritu. Hoy claramente iba a salir con otra firmeza, otro ímpetu. Por lo que después de refregarme los ojos, me di un cálido baño y me dirigí al guardarropa. Noté que sólo me quedaban prendas de color negro, pero en su momento no me importó. Me acomodé en un vestido negro hasta las rodillas, me maquillé y hasta me perfumé. Ansiaba huir de la aflicción de la que formaba parte hace tanto tiempo; finalmente me había decidido a emigrar hacia otra especie.
Al caminar las primeras calles, sentía extraño hasta el sonido de los tacos al pisar el pavimento. Sentía ajeno el ruido de las aves, las voces de los niños, las bocinas de los autos. Aún así, mantenía mi sonrisa de oreja a oreja adonde quiera que vaya. En el trayecto, noté como una joven que venía en dirección contraria, no camuflaba su interés en mí, si no que no me quitaba la mirada de encima. Comencé a sentirme incómoda, por lo que respondí mirándola fijamente también. Cuando faltaban unos metros para toparnos, la joven frenó. Sus pupilas se dilataron de forma aterradora, y sus ojos comenzaron a humedecerse sin haber parpadeado siquiera una vez. Me encontraba un tanto perdida y me había puesto nerviosa, sentía deseos de consolarla. Cuando estaba a punto de dejar caer la primera lágrima, bajó la mirada y siguió caminando como si nunca hubiera notado mi presencia. No había deducido el hecho, no lograba interpretar alguna de sus reacciones, pero no quise darle mucha importancia. Alcé la mirada al cielo, y nuevamente una nube gris se aproximaba lentamente. Por lo que emprendí viaje caminando más rápido. No quería abandonar.
Deambulando esta vez hacia el parque, pude contemplar un grupo de niños jugando inocuamente entre ellos y sus respectivos padres compartiendo sus clásicas charlas. Era sin duda un paisaje, una imagen para fotografiar. Llamó mi atención un señor, que sentado debajo de un árbol, miraba al cielo sin disturbios con un cuaderno en sus manos. Decidí acercarme, y como no notaba mi existencia, opté por apoyar mi mano sobre la suya. Aún habiendo bajado la mirada, me ignoraba. Sus expresiones daban a qué pensar, pero claramente me rechazaba, me desoía. Buscó su lapicera con desesperación, y comenzó a escribir desaforadamente. Intentó aguantarse el llanto, pero pasados unos segundos, sus lágrimas caían en las hojas como diluvios. No sabía como reanudar la situación, no entendía el motivo de su angustia y mi impotencia crecía frenéticamente. El hombre arrancó la hoja, la abolló, y la tiró al piso. Se levantó, y salió corriendo como queriendo escapar de algo. Comencé a llorar yo también, y todo se había vuelto lóbrego otra vez. El tiempo, el espacio, mi cuerpo, y mi alma. Abrí el papel que había tirado el hombre, y lo leí con la voz quebrada para mí misma:
“Odio cuando te presentas en mi vida. Haces impenetrable mi esencia, renegrido mi espíritu. Me lastimas, me haces sentir exiguo y mediocre. Rasguñas mi progreso y hundes mis planes. Cuando logro escapar, me buscas, y me ahogas. ¿Cuándo dejarás de estorbarme? No te das cuenta, que la vida misma y tu alma, no nacieron para convivir en un mismo espacio. Soledad”. 

martes, 7 de diciembre de 2010

Superficial

  • Entre discos bronceados, mis labios caóticos y sustancias equívocas por qué no, te enseñaré propensión. Quizá no tenga un pelo de seducción, pero si la capacidad de hacerte entrar en razón. Nos hundimos entre las sábanas y comenzamos a ser una misma persona. Ni un poco de elegancia, pero toda la atracción, claro. Nos gana la tentación. Aclaración: malditas adicciones. Dejarás de ser alevoso, para amarme. ¿Y amarte? No lo creo. Sólo quiero que tu mente errónea aterrice en la verdadera tendencia y cierres el telón de tu obra sin sentido. Despertaré aquellos encantos que dormían en mis deseos, y haré que me saborees. Y aún peor, que te guste. Te haré encajar por fin en el leal interés y en el aprecio puro y seguro. Tus trucos serán descubiertos y no tendrás a nadie que te aclame. 

Rendida

Estaba antes tan cómoda en mis fábulas, y hoy tan extasiada de certeza. Antes tan ahogada en la ficción y hoy tan absorta de evidencia. Y caeré, me levantaré, me tropezaré y cometeré los mismos errores que la gran secta de idiotas que antes criticaba.

Independencia

-          ¿Qué corre por esa cabeza? – pregunté.
-          No me gusta que me veas así. Perdón – contestó.
-          Pero… necesito saber qué te pasa –
“Le tengo miedo a tu libertad”, respondió.
-          Tu manera de odiar la dependencia a los hábitos, a las personas, a las rutinas, a la subordinación de pensamientos, todo esas cosas que conspiran y maquinan el intelecto y enredan la razón, convenciéndonos de que “necesitamos de” para poder vivir. Miedo a tu pensamiento liberal. Miedo a que no me necesites… más -  se explicó.
-          Por eso te cuesta tanto vivir, porque todavía no deducís ni entendes el prestigio y la magnitud del ahora, aunque tengas con qué. Tratá de que la experiencia influya sin estorbar tu espacio, tu nueva oportunidad, tu instante. Porque a fin de cuentas, es exclusivamente tuyo. Estás ahora, acá… conmigo –
-          ¿Y mañana? ¿Te vas a ir? –
-          No sé. ¿Qué importa? – 

lunes, 29 de noviembre de 2010

Ahora

Las transformaciones no son más que fracciones de una gran cordillera de experimentos e intentos, que más tarde nos servirán como brújula a nuestro comportamiento. Nuestra esencia virgen estará siempre ilesa e incólume, impenetrable. Hace falta ensuciar y embellecer la identidad, empañar e idealizar el carácter, el estilo. Distinguirnos como celebridad en cada historia, al fin de al cabo somos protagonistas y amos de nuestro proceder. Tenemos en la mano la supremacía de arbitrar el tráfico de cada maniobra, cada palabra y cada tarea nuestra. Aún así recordar el pasado y predecir el futuro forman parte de una tradición humana, dejando al presente turbio y vidrioso. 
El miedo al mañana es la postración de nuestros proyectos. La desconfianza al tiempo y el retraimiento a los cambios. 
Los cambios llevan al progreso, al desarrollo, al crecimiento. Nada es más emocionante que descubrir al universo y desnudar las posibilidades. Desvestir a la naturaleza y conocer, sentir, saber, entender. La vida engendró innumerables travesías y sendas por las que si quisiéramos, podríamos caminar. Si quisiéramos, tan sólo si quisiéramos. Nos crearon con la destreza de recorrer y la idoneidad de saborear cada sentimiento; desperdiciarlo sería una lástima.
Jamás nos va a alcanzar una sola vida. 

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ARTE

Me miraste con ojos confiados a la luz del sol, en frente de un gran cuadro blanco que perseveraba tu inventiva. Buscabas inspiración en mí, pero yo sólo podía distinguirte y mirarte con efervescencia. Después de una sonrisa, volcaste tu creatividad en la atmósfera y volviste empíreo al momento. Quise incitarte a pintar, cuando me insinuaste que el arte iba más allá de que lo que se podía estampar en un papel.
Con maestría y destreza, maquillaste nuestras creencias plasmando una imagen repleta de premoniciones. Dibujaste huellas indelebles, sin dejar atrás tus retoques estéticos y exquisitos. Pusiste un sombreado distinto a cada evocación y mezclaste tonalidades en cada noción.
Noté como tu rostro estaba concentrado y dentro de la pintura. Creaste luminosidad donde yacía un lúgubre negro atribulado. Contorneaste la ternura y el dolor, por debajo de pigmentos y gamas de pasión.
Una vez construido el amor, te encargaste de adicionarle agudos y graves, armonías y ruidos. Lo volviste una enorme canción con claves opuestas y sonidos contradictorios. Llenaste de cromatismos las lagunas cóncavas y asociaste escalas de erotismo.
Cuando creí que terminabas, perfilaste matices diferentes en cada uno de los sentidos y los exploraste al máximo con cada parte de mi cuerpo. Rectificaste mi miedo a la decisión en cuestión de segundos, y combinaste mis planos dejándome encandilada. 

Campaña de un Solitario

Si engañar o fingir es desleal e ingrato, confiar es peor. La persona que inventa no es trasgresor; la persona que cree es la estúpida. Hermanos, aprendan a no confiar en nadie. Lo que creíamos tan importante, al fin de al cabo no lo es. Podemos vivir sin él. No te encomiendes, no te sometas, no entregues todo. Podemos hacer de la vida, algo más simple. Por eso, no confiemos.

Cortesana

Era puro en aquella bestia encantadora.
Si bien el deseo ajeno era su mensualidad, 
no representa incomunicación alguna. 
Aquella salvaje e ignorante bruta, 
necesitaba experimentar emociones de extraños. 
Aún amaba, no obstante era intolerante a la seducción.
¡Pobre bárbara inconsciente! Era el premio del juego, entre infinitos rivales. 
Como duele verla en brazos de la tentación.
¡Reina instintiva maquinal! Ya no eres más un capullo.
Mujer amante y consorte. Adonde mires, la encontraras.
Ojos color piélago, labios jergón de plumas.   

La mentira, una gran seductora

(...) Las almas vacantes miran al amor como un artículo de trastienda barata. Pero seamos realistas: el lenguaje… el pacto, las promesas ¿Qué valor usufructúan hoy? ¿Qué efectividad poseen? El dominio del vocablo, el vigor de la expresión. Aclaración: no se conviertan en el ser vengativo en el que me he convertido. Que miente, exagera, abulta e infla las palabras, con el fin de qué se vean más hermosas y creíbles en frente de quienes creo farsantes y difamadores. Es el día de hoy que los entiendo, y me sumo a su gran clan de mentirosos. La evidencia jamás será parte de nuestra sociedad, la sinceridad nunca será un trozo de nuestro mundo, la veracidad no será una pieza de nuestra comunidad, la certeza jamás tendrá una ración en la colectividad, la justificación nunca dejará de estafarnos y hasta la franqueza será cada día más chantajista. Ya han deformado nuestros conceptos. ¡Me rindo!

Enfermedad

Un mundo entre ella y yo. La hemos personificado como si fuéramos pequeños descendientes de ella, hijos del hambre. Abrir los ojos entre el alba y tocarnos el estómago, quien nos grita manutención. Se desvive por un desayuno de resarcimiento y revancha; aún así preferimos torturarlo… torturarnos. ¿Cuántos infieren esta inseguridad? Pocos, unos pocos. Inexperimentados hipócritas, nos creen dementes. Sí estamos enfermos, pero no vesánicos.
Alzar la mirada húmeda en sugestión y observarnos. Examinarnos, imaginarnos, meditarnos. Vomitando desperfectos y deformidades, y estimando nuestras partes ásperas y óseas.
Que nuestro reloj vocifere apetito y aprendamos a ignorarlo. El arte de aprender a desconocer, a desechar y desoír cada bocado de secuelas atroces. Aptitud, estilo. Disposición a la imperfección y destreza a la inmovilidad. Técnica de tolerar y astucia de soportar. 

Ego herido

(...) Pero apareció, como era previsto. Aquel ingrediente nocivo que tantas inseguridades me transmitió, y tantos universos me dibujó. El que me hizo bajar del precipicio y pisar la greda, aún pudiendo volar de vez en cuando. Un profesor de la justicia, de la dignidad. Los únicos ojos hipócritas a los que les creí, el único lago recóndito al que me animé a sumergir, el único trueque irreal que me comprometí a pactar. Creí, me ahogué, supuse, imaginé, consideré, di. Así y todo, me siento una principiante. Aún tropiezo con sus obstrucciones, aún me sigue gratificando con la misma pieza. Como si una categoría humana sobrepasara mis límites de altivez, como si una especie sabia e instruida devorara mis presunciones y se riera de mis hipótesis de la vida. 

Él mismo

A veces meditamos nuestra vida como una gran película de amor-drama, esquivando las imperfecciones y enmascarando los errores. Haciendo lo imposible para lograr aceptación, reconocimiento y en casos ególatras, la envidia. El ser humano por más disfraz que le inventes, es insaciable. Es tan estúpido que se queja de sus propias facultades y esencias, queriéndolas creer ajenas. Se lamenta de la crueldad consumada por su inherente especie y casi por naturaleza, encuentra diez veces más rápido la insuficiencia y la carencia, que la conformidad y la armonía. Imprevistamente las cosas más lindas de la vida son las que el ser humano es incapaz de alcanzar, lo imposible siempre será inminente y los sueños permanecerán en la lista de aspiraciones y deseos que ansiamos y pretendimos durante años. Lo inmejorable es aquello que atesoramos durante poco tiempo, lo inimitable es aquello que nos extirpan sin aviso, lo inconfundible es aquello que nosotros propiamente admiramos como único. Inmenso es el sentimiento de amar, aún más descomunal es el dolor de que te lo roben. Porque quiero creer que la soledad no es exorbitante ante nosotros, si no que nosotros no sabemos manejar nuestra negatividad. La evidencia jamás será parte de nuestra sociedad, la sinceridad siempre será un trozo pequeño de nuestro mundo, la veracidad no será una pieza de nuestra comunidad, la certeza jamás tendrá una ración en la colectividad, la justificación nunca dejará de estafarnos y hasta la franqueza será cada día más chantajista. El prestigio superficial hacia nuestros sentimientos es el primer indicio de amor que nosotros creemos. El amor liberal trae consigo lo aparente, que puede llegar a tener dominio sobre la necesidad corporal del ser humano. Hasta que la realidad nos golpea la cabeza, y nos damos cuenta de cuán magnificas pueden llegar a ser las palabras, cuán expresivo puede ser tu cuerpo sin necesidad de sexo y cuán grande es la influencia de la personalidad propiamente dicha. Que la combinación de todo puede ser insuperable ante los ojos de uno, y nuestro cuerpo responda de forma extraña e insólita. Que tus manos tiemblen, tus ojos lagrimeen y tus pensamientos den vueltas a la deriva. Que te saquen eso tan magnífico implica sufrimiento, que restringe nuestras expectativas o las extermina dolorosamente. El propósito de poseer algo por completo se derrumba, sin habernos dado cuenta antes que el mismo estaba sujeto al cambio, como la mayoría de los fenómenos. El dolor debilita nuestra capacidad de obrar, que se implanta con tal fuerza que nos oprime el corazón. El hombre puede sufrirlo, puede generarlo, puede convivir con ello o puede no soportarlo.
El ser humano creó universos que hasta él mismo no puede sustentar. 

Un instante

Cómo se aprenderán a describir situaciones que apenas podemos delinear con algunas palabras engorrosas. Encerrarnos en un mundo, una creación, un instante. Un cielo, un firmamento. La esencia de dos personas hecha una especie homogénea, que las órbitas pueden ver pero nunca tocar. Donde nadie puede tocarnos, ni herirnos. Encarcelados por nuestras propias emociones, y capturando cada porción de holgura. Casi absorbiendo la escasa fidelidad que hoy vemos niebla. Intercambiando azúcares y calores que van volviendo dóciles los labios, enardeciéndolos de pactos dulces y aguando las pupilas de conmoción. No es nada fácil dibujar una sensación de cohesión infinita, con rejas protectoras de clones foráneos. Donde somos invisibles a los ojos frívolos del mundo exterior. Engendrando muros que asolan la influencia y disuelven lentamente la tentación. Sin una palabra dejar que las manos disciernan y los besos descifren la amplitud y el volumen de cada sentimiento. Quizás no todos percibamos una misma realidad, quizá todos busquemos de diferentes formas el arte de vivir. Es complicado encontrar razones congruentes para explicar tan sólo un momento lujurioso. Sentir como un viento irreconocible barre mi alrededor, y aún estar firme en consistencia afectiva, sintiéndome predilecta y reina de sus sabores. Dama de sus idiomas y sedienta de sus placeres. Sorda a lo desconocido, y consentida. Cómoda en sus lágrimas, en la ligereza de su pulso.    

Cobardes nacimos

Cobardes nacimos, osadías nos inventamos. 
Desfiguramos el medroso extracto humano, 
y tan sólo lo coloreamos con valores vacíos que hoy nos dan el nombre de valientes. 
¿De qué coraje me hablan, perfumes apocados? 
Si las venas tiemblan en actos de destierro y clausura. 
Si el abandono nos puede engullir los brazos 
y el desabrigo corroer el hambre y el deseo. 
Si el desamparo nos comprime la garganta, 
si el posible futuro nos estrecha los ideales. 
¿De qué valentía me hablan, fragancias retraídas? 
Si el abandono nos deja los dedos quebrados y las uñas diluidas. 
Si las decepciones juegan con nuestras entrañas 
y beben sangre rabiosa de nuestro frágil espécimen.
¿De qué me hablan, criaturas ultrajadas, veneno impostor?.
 Desatendamos llamados embaucadores creyentes utópicos. 
Inauguremos la visión derrochada, somos la unidad frágil. 
Rey de la abulia, nos devora. 
Príncipe réprobo, nutre el poder de dolor. 
Maldito y rico en proveer recelo y aprensión. 
Soberano de las frustraciones, nos asola, nos quema.
Cobardes nacimos, con audacia nos presentimos.

Miedo a perder

Percibir utopías y aspiraciones en vida, seguir la tropical corriente afectiva sin revolver miradas al exterior. Pronosticar por miedo al descuido, predecir por temor al abandono. Estar rastreando entidades maestras, sondeando cada parte del cuerpo. Poder reconocer fragancias tersas y admirar posturas serenas. Saborear las expresiones, presenciar las reflexiones, meditar los pensamientos. Hacerse capaz de auscultar caricias y distinguir cada beso ilimitado.
Aún así temblar al poder perderlo todo. Creer en lo infinito y llorar al poder extraviarlo. Intentando levantarse, empezando a desviarse por radiantes extremidades que preferimos no dejarlas pasar. Intentando, y nada más que intentando.
Los propósitos dejan de ser sensatos, convertidos en dementes que disuelven la ilusión y la perspectiva. Las miradas engañadas de posibles soluciones comienzan a examinar los refugios, sabiendo aún que las eternas memorias absorben lo poco que queda de uno.
Llegar a sentir cómo lo constante y perpetuo, se descarrila entre las venas, quebrando los prodigios enternecimientos. Haber respirado de sus promesas y nutrido de su voz, arriesgando el espíritu y sometiendo el alma. Oscilar en un amor intacto e inmortal sobre el cuerpo. Haber dibujado formidables obras y haberse sustentado de frutos dulces e intrépidos. Fortaleciéndose con su boca e incitándose a través de sus dedos. Sentirlo interminable, y viviéndolo efímero y letal. Bebiendo pactos sumisos y dejando caer lágrimas por cobardía a no poder olvidar.
Haber amado tanto, y nunca haber podido olvidar. 

El secreto

Allí está el secreto. Un error por el que sacan turno, el cual polariza todas las mentes. El que aglomera los recuerdos y evalúa las posibilidades. El sistema siempre nos ha manifestado los límites de la moral, una serie de instrucciones para alcanzar una utópica felicidad. “La felicidad” ya se ha transformado en una ilusión, considerada erróneamente en una meta. La dependencia a aquellos hábitos, personas, rutinas, la subordinación de pensamientos, son los que conspiran y maquinan el intelecto y enredan nuestra razón, convenciéndonos de que “necesitamos de” para poder vivir. Recordemos, pero no hagamos nuestra vida de un recuerdo. Que la experiencia influya sin estorbar tu espacio, tu nueva oportunidad, tu instante. Porque a fin de cuentas, es exclusivamente es tuyo. Nos dieron los ojos para apreciarlo, examinarlo y meditarlo; el gusto para probarlo, saborearlo y desearlo; el oído para escucharlo, percibirlo, y atenderlo; y el tacto para padecerlo, experimentarlo y sentirlo. ¿Qué más podríamos pedir? Aún con idoneidad y destreza para hacerlo, el desprecio y la desvalorización superan cualquier expectativa, donde nace el rencor, la infidelidad, el resentimiento y la fobia. Nuestra mente se creó en planes de proyectar, planear. Por eso nos cuesta tanto vivir, porque aún no deducimos ni entendemos el prestigio y la magnitud del ahora, aunque tengamos las herramientas para hacerlo. 

La paz

Bajo un dulce manto de ardor, está ella. Sus labios carmesí estaban húmedos y encendidos en una cría sonrisa. La espuma tibia de su boca embellecía la noche, mientras su cuerpo danzaba entre los árboles y su mente revoloteaba trenzada a las estrellas. Sus ojos miel entre abiertos giraban en busca de nuevos planos y novicias figuras. Bajo una túnica seductora y regada en fervor, se mostró única ante la misma naturaleza. Mostrando su esencia en cuerpo y vida, germinando la misma atracción entre los seres epicúreos. Distintos colores, música y bailes lujuriosos. Y ella seguía bailando, equilibrando sus serenos movimientos con los plácidos compases que insaciablemente sonaban, en cualquier parte para su manso espíritu. Relajando presiones y así, distendiendo inquietudes. Creaba universos donde la calma reinaba, y la armonía oceánica gobernaba el alma. Enseñaba que todo existe y permanece si el ánima realmente lo anhela, que la materia y las sensaciones persisten y duran frente a cualquier tormenta, si la mente realmente lo desea.
La envidian, la quieren, la desean, pero inevitable la necesitan. Aún así jamás se esconde, jamás desaparece. Al pasar los años, se convirtió es la escultura más requerida, en el efecto más escaso y más solicitado. Nunca se niega, ni disimula, ni se contiene. Extiende sus brazos, y alza su mirada que tan angelical, cautiva y atrae a quien pase cerca suyo. Sin embargo, la gran mayoría no tiene el valor de adueñarse de ella. Será su tierna sonrisa, su cabello largo y su cintura diminuta. Será su delicado y endulzado rostro, su cuerpo voluptuoso o su baile tan sugestivo e incitador.
A pesar de los temporales, nunca presenciaras su ausencia por aquel bosque, donde bailará eternamente esperando a una gigante humanidad que por cobardía, jamás se atreverá a apropiarse de ella. 

La mente

La verdadera esencia de la subsistencia habita en las diferentes visiones de uno mismo. La mente se encarga de recrear los modelos de natulareza y jugar con la moral. El ánimo entra por nuestras pupilas. Los hechos simplemente están; el intelecto es quien los desafía, los evita o los privilegia. Los designios pueden unirse por conveniencia, o por lealtad. La mente es la fiel más poderosa, quien puede hundirnos o hacernos radiar. Puede ahogarnos en angustia o estallar de efervescencia. 
Lo que la mente llega a descifrar determina las reacciones, lo que cree intuir quizá termine de despedazar el resto de nuestra sensatez.
La realidad no es una, son muchos panoramas absorbiendo nuestras razones. Las ilusiones, las utopías, los deseos, el tacto. Lo que nuestro espíritu capta, es el mundo mismo. Lo que penetra a la deriva por nuestras retinas, es lo que la mente atrae sin argumentos ni moderación. Nos puede rasguñar el ingenio, o aspirar la energía. Es quien le da universos fijos a una idea, prescindiendo los aires saludables de forma autodestructiva. Desoírla es desperdiciar maravillas y ahorrar arrepentimientos. Es malgastar el atrevimiento, olvidar la audacia y la sabiduría. Es disfrutar tristemente de la estabilidad, perdiendo el temperamento de un extremo bien ejercitado.
El equilibrio intentó devorarse las emociones y percepciones durante infinitas temporadas. Y aún el límite del pensamiento es más fuerte. La exageración, la intensidad de los movimientos, las vivencias. El valor de un gesto, el peso de una mueca, del lenguaje visual. La naturaleza misma duerme en las observaciones propias.
El estilo, la circulación, la corriente, la tendencia, las vivencias, todo es arte. La mente es quien nos abre o cierra las puertas. Nos deja vivir cada minuto tras su respectiva maestría, o nos encierra en rutinas fabricadas por igual. La realidad no es una, ni el horizonte ni el futuro lo son. Todo está en las miradas, las visiones, la capacidad, la cultura, lo abstracto.