miércoles, 24 de noviembre de 2010

Él mismo

A veces meditamos nuestra vida como una gran película de amor-drama, esquivando las imperfecciones y enmascarando los errores. Haciendo lo imposible para lograr aceptación, reconocimiento y en casos ególatras, la envidia. El ser humano por más disfraz que le inventes, es insaciable. Es tan estúpido que se queja de sus propias facultades y esencias, queriéndolas creer ajenas. Se lamenta de la crueldad consumada por su inherente especie y casi por naturaleza, encuentra diez veces más rápido la insuficiencia y la carencia, que la conformidad y la armonía. Imprevistamente las cosas más lindas de la vida son las que el ser humano es incapaz de alcanzar, lo imposible siempre será inminente y los sueños permanecerán en la lista de aspiraciones y deseos que ansiamos y pretendimos durante años. Lo inmejorable es aquello que atesoramos durante poco tiempo, lo inimitable es aquello que nos extirpan sin aviso, lo inconfundible es aquello que nosotros propiamente admiramos como único. Inmenso es el sentimiento de amar, aún más descomunal es el dolor de que te lo roben. Porque quiero creer que la soledad no es exorbitante ante nosotros, si no que nosotros no sabemos manejar nuestra negatividad. La evidencia jamás será parte de nuestra sociedad, la sinceridad siempre será un trozo pequeño de nuestro mundo, la veracidad no será una pieza de nuestra comunidad, la certeza jamás tendrá una ración en la colectividad, la justificación nunca dejará de estafarnos y hasta la franqueza será cada día más chantajista. El prestigio superficial hacia nuestros sentimientos es el primer indicio de amor que nosotros creemos. El amor liberal trae consigo lo aparente, que puede llegar a tener dominio sobre la necesidad corporal del ser humano. Hasta que la realidad nos golpea la cabeza, y nos damos cuenta de cuán magnificas pueden llegar a ser las palabras, cuán expresivo puede ser tu cuerpo sin necesidad de sexo y cuán grande es la influencia de la personalidad propiamente dicha. Que la combinación de todo puede ser insuperable ante los ojos de uno, y nuestro cuerpo responda de forma extraña e insólita. Que tus manos tiemblen, tus ojos lagrimeen y tus pensamientos den vueltas a la deriva. Que te saquen eso tan magnífico implica sufrimiento, que restringe nuestras expectativas o las extermina dolorosamente. El propósito de poseer algo por completo se derrumba, sin habernos dado cuenta antes que el mismo estaba sujeto al cambio, como la mayoría de los fenómenos. El dolor debilita nuestra capacidad de obrar, que se implanta con tal fuerza que nos oprime el corazón. El hombre puede sufrirlo, puede generarlo, puede convivir con ello o puede no soportarlo.
El ser humano creó universos que hasta él mismo no puede sustentar. 

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